"Te puedes sentar, viajero, en esta casa de piedras: es tarde tal vez bajo tu bandera, en tu patria. Aquí siempre es temprano y el fuego está por encenderse (...) Tú, si quieres permanecer o disolverte, puedes hacerlo. Lo único que se exige es azul"

Estas palabras de Pablo Neruda me parecieron oportunas y cálidas para darte la bienvenida. Sean, entonces, la puerta de entrada a mi casa de palabras. Con ellas y las de Octavio Paz comenzamos a navegar.

..... " La poesía /siembra ojos en las páginas /siembra palabras en los ojos /
..... Los ojos /se cierran. /Las palabras se abren."

sábado, 16 de abril de 2011

Recreando

Cuando hace un tiempo releímos con niños de segundo año el cuento de Caperucita Roja, las opiniones se dividieron en torno a la figura del lobo. Mostrando su espíritu crítico algunos niños adujeron que la historia había condenado muy apresuradamente y para siempre a la fiera, y que era necesario darle una segunda oportunidad. De modo que se improvisó en clase un juzgado donde juez, acusado, víctima y testigos se enfrentaron y argumentaron para aclarar, de una vez por todas, la situación.
Si recrear significa, además de divertirse, producir una cosa nueva a partir de otra ya existente, ese día la recreación se dio en todo sentido. Y con todas las de la ley.

He aquí la desgrabación del juicio:

Juez: -Se va a juzgar al lobo por tres cosas: comerse a la abuelita, querer comerse a Caperucita y engañar a Caperucita. Pase a declarar Caperucita. Cuente cómo pasó.
Caperucita: -El lobo se comió a mi abuela y después se disfrazó y me quiso comer a mi.
Juez: -¿Cómo sabe que se comió a su abuela? ¿Usted lo vio?
Caperucita: -No, pero estaba gordo y la abuela no estaba en la cama; era él disfrazado que me quiso engañar.
Juez: -¿Y cómo sabe que se la quiso comer?
Caperucita: -Porque me corrió y yo disparé.
Juez: -Puede retirarse. Pase la abuela. ¿El lobo se la quiso comer?
Abuela: - No, hicimos un trato, yo esta escondida.
Juez: - ¿Por qué se escondió?
Abuela: -Para darle una lección a Caperucita porque ella estuvo mal.
Juez: -¿El lobo quiso comerse a Caperucita?
Abuela: -No, sólo la quiso asustar.
Juez: -Puede retirarse, pase a declarar el cazador. ¿Qué pasó?
Cazador: -Yo sentí ruido en casa de la abuelita y fui y vi que el lobo corría a Caperucita.
Juez: ¿El lobo se la quería comer?
Cazador: No sé, él la corría.
Juez: ¿Y la abuelita?
Cazador: -No sé, no la vi.
Juez: -Puede retirarse. Pase el patito del bosque. ¿Usted vio lo que pasó?
Patito: -Sí, yo vi que el lobo hizo un trato con la abuela.
Juez: -¿Cómo lo vio si ellos estaban adentro de la casa?
Patito: -Por la ventana.
Juez: -Pero la ventana tenía las cortinas corridas.
Patito: - Sí, pero estaban los vidrios abiertos y yo escuché.
Juez: -Entonces no vio nada, sólo escuchó.
Patito: -Sí, escuché.
Juez: -Y si no vio ¿cómo sabe que eran el lobo y la abuelita?
Patito: -Me di cuenta por la voz.
Juez: ¿Así que el lobo no se comió a la abuelita?
Patito: -No, hicieron un trato.
Juez: -Puede irse, pase el lobo. ¿Usted quiso comerse a la abuela?
Lobo: -No, sólo hice un trato con ella.
Juez: -Caperucita dice que usted estaba gordo.
Lobo: -Sí, porque había comido muchas galletitas.
Juez: -¿Por qué hizo un trato con la abuela?
Lobo: -Para darle una lección a Caperucita.
Juez: - ¿Por qué quiso darle una lección a Caperucita?
Lobo: -Porque ella entró en mi bosque sin permiso, gritando como una loca y vestida rara. (risas en la sala)
Juez: -Orden en la sala porque si no se van todos. ¿Cómo estaba vestida?
Lobo: -Roja, y yo la quise asustar para que aprendiera a respetar.
Juez: -¿Ella no lo respetó?
Lobo: -No, se burló de mi
Juez: -¿Qué le dijo?
Lobo: -Que tenía las orejas grandes.
Juez: -¿Usted se la quiso comer?
Lobo: -No, la corrí para asustarla.
Juez: -¿Y la engañó diciéndole que era la abuela?
Lobo: -Eso sí.
Juez: -Puede retirarse. El juez va a pensar (se retira. Regresa) El juez pensó que el lobo es inocente de querer comerse a Caperucita, inocente de comerse a la abuela y culpable de engañar a Caperucita. Así que no va preso pero tiene que lavarle la ropa a Caperucita todos los días y no engañar nunca más a nadie

                                                       Los implicados firman el acta

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