La relación de los niños con la poesía se da naturalmente, desde muy pequeños. Todavía ajenos a la figura del endiosamiento de la figura del escritor, asumen con naturalidad la propuesta de escribir poemas, sin detenerse en minucias como el no dominar aún la expresión escrita. Porque, aunque aún no logre dibujar su nombre, ¿quién duda que Mikaela sabe perfectamente lo que es verso, estrofa y rima?
Mathías, por su parte, está al tanto de los recursos estilísticos de los poetas: para mantener la rima y la métrica con que quiere expresar su mensaje, claro e inquietante, no duda en mutilar una palabra.
Pero los recursos no son usados indiscriminadamente. Hay una selección (¿conciente? ¿intuitiva?) que depende del mensaje a trasmitir.
En el poema de esta niña, por ejemplo, el grito del pequeño sol llamando a su mamá altera la métrica del poema del mismo modo que la amenazante nube negra altera la paz del día.
Esta producciones infantiles muestran que el niño cumple las reglas de su juego casi con igual criterio que el poeta al crear su obra.
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