Hace muchos, muchos años, cuando aún la feria de diciembre era la feria de los jazmines, la feria de Nancy, la Feria del Libro y del Grabado, recibí en ella un regalo inesperado: el Club de Grabados de Montevideo estaba allí, realizando copias de poemas ilustrados por artistas locales y obsequiándolos a los visitantes. Me acerqué, con la esperanza de recibir, entre todos, aquel grabado cuyos colores, en diferentes tonos de verde y naranja, me habían llamado la atención desde lejos. Pero no me correspondió ése, sino uno pequeño, amarillo y azul, con un poema de una escritora desconocida hasta el momento para mí: Ida Vitale.
Siempre agradecí al destino el haberse impuesto a mis deseos porque ese poema, que pareció hablarme tan directamente al corazón, fue el que me abrió la puerta al mágico universo de Ida.
Pero a veces, cuando, como ahora, rememoro aquel momento, me pregunto: ¿qué otro poeta me esperaba -tal vez me espera aún- en el grabado verde y naranja que no recibí?
SOBREVIDA
Dame, noche
las convenidas esperanzas
dame no ya tu paz
dame milagro
dame al fin tu parcela
porción del paraíso
tu azul jardín cerrado
tus pájaros sin canto.
Dame, en cuanto cierre
los ojos de la cara
tus dos manos de sueño
que encaminan y hielan
dame con qué encontrarme
dame, como una espada
el camino que pasa
por el filo del miedo
una luna sin sombra
una música apenas oída
y ya aprendida.
Dame, noche, verdad
para mí sola
tiempo para mí sola
sobrevida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario