¿Qué es un álbum ilustrado?

La anécdota narrada en Kassunguilà es simple: un pez viviendo en un ambiente seguro y protegido hasta el momento en que algo hace tambalear su seguridad.
El miedo, la confusión, el dolor, la soledad... hasta que en un espejo encuentra lo perdido y puede volver a vivir.
Historia mínima en la que podemos reconocernos todos los que hemos sufrido una pérdida, de cualquier tipo y a cualquier edad.
Pero es leyendo las ilustraciones que el texto toma otro sentido. Kassunguilà, ese nombre traído en un sueño, según lo confiesa su autora, la pedagoga y psicóloga mexicana Monique Zepeda, vivía bajo el amparo de una gran sombrilla. Son las ilustraciones  las que nos muestran el reverso de esta palabra: en esas cuatro paredes que, al tiempo que la protegen, la aprisionan, mirando siempre el altar donde ha colocado a su protección, subsumido su corazón en otro mayor, Kassunguilà no tiene ninguna posibilidad de avanzar por sí misma: sólo le cabe apoyarse en los demás y en los sueños. ( Dreams es, justamente, el título del libro sobre el que se sostiene)
Cuando, al final de la historia, Kassunguilà se ha recuperado de su pérdida, pequeñas sombrillas, ya no asfixiantes sino compañeras, comparten con ella su vuelo multicolor.
En todas las páginas -que se suceden de abajo hacia arriba, reforzando esa ascención final de Kassunguilà- las ilustraciones no sólo acompañan y refuerzan la historia sino que, por medio de símbolos, dan su interpretación de la misma, su interpretación psicológica, dado el perfil de la autora.

He leído el texto sin mirar las ilustraciones: la historia se mantiene sola ( aunque para un lector que se inicia tal vez se agote en sí misma)
He mirado las ilustraciones haciendo abstracción del texto: no se comprende la anécdota, la ilustración no tiene autonomía.
No podría decir cuál de los dos elementos tiene predominancia o se subordina al otro, pero sin duda Kassunguilà es un clarísimo ejemplo de libro-álbum, merecedor del White Ravens con el que ha sido reconocido.
Tal vez la clave esté en la concepción de la historia por una sola creadora que, apelando unas veces a las palabras, otras a la ilustración, ha sabido entregarnos una obra única. Para ello ha debido desdoblarse narrando la historia en el texto e interpretándola en la ilustración, es decir, dándole a cada lenguaje una función diferente. Como escritor e ilustrador son la misma persona y el libro fue creado como un todo, en el mismo impulso creativo, poco importa si primero fue el texto o la ilustración o cuál prevalece. Lo que interesa es que el producto tiene unidad. Kassunguilà es así, definitivamente, no la podemos imaginar en otra edición con una ilustración diferente.
Tal vez sea eso lo que defina a un libro-álbum y es bueno que escritores e ilustradores intercambiemos ideas y aclaremos conceptos.