Constancio C. Vigil |
Primero fue el desconcierto: ¿qué significaba escribir? Yo creía saberlo: mamá escribía la lista de cosas que debía comprar, el desarrollo de las clases que daría, las tarjetitas con las que invitaba a mis amigos a mi cumpleaños; papá escribía cartas cuando estaba lejos y, cuando llegaba, largos informes en su cuaderno de tapas negras. Pero ¿cómo era posible escribir un libro?
Los libros eran objetos maravillosos, que aparecían repentinamente en las manos de mis padres o tíos y que se disfrutaban sentada en la falda del adulto, con su voz hilvanando una historia que parecía nacer de aquellos signos -aún indescifrables por mí- que se llamaban letras.
Desconocía entonces la existencia de esa categoría de seres con la que hoy están tan familiarizados los niños: autores que visitan las escuelas, promueven, firman y dedican libros, se muestran en la tele.
Me explicaron que Vigil era algo así como el papá de la hormiguita, que él había imaginado y escrito esa historia. Me indigné: ¿me creían tonta? ¿No se veía clarito que aquel señor no se parecía en nada a la protagonista del cuento? ¿Dónde estaban sus largas antenas con moños, su vestido a lunares, sus calzones blancos? Además, este señor de lentes ni siquiera era negro. ¿Cómo era posible que fuese padre de una hormiga?
Después, lentamente, las palabras autor y escritor se fueron abriendo paso en mi mente.Y la indignación fue dando paso a la decepción: ¿Entonces la historia de la hormiguita no había sucedido realmente? ¿Se habían burlado de mi, haciéndome creer que era verdad aquel largo y angustiante viaje, buscando el regreso al hogar?
Con dolor comprendí que no fueron El Manchado, ni La Señora Avispa ni tan siquiera La Luciérnaga quienes mostraron a la hormiguita el camino a su hormiguero: seguiría deambulando por el mundo, envuelta en manteles traicioneros si ese señor de poblado bigote así lo hubiera decidido. Y nació entonces mi admiración por el oficio del escritor y una secreta envidia por esa posibilidad de decidir el destino de sus personajes.
Hoy, después de muchos años de analizar, al leer, estilos y formas, el manejo del tiempo y del espacio, la perspectiva, el discurso implícito, etc., etc., declaro mi adhesión hacia aquel escritor que nos permite vivir tan plenamente una historia como cuando éramos niños: temblorosos por las aventuras de los personajes -que, sin duda, existían de verdad- y olvidados en absoluto del autor que la hizo posible.
Qué curioso es que yo jamás leí, ni sé de qué va el cuento de La Hormiguita Viajera. Me lo imagino por el título. Voy a echarle un vistazo. Gracias.
ResponderEliminarCuenta las aventuras de una hormiguita que se perdió al verse envuelta en el mantel de un pic-nic y no encuentra el camino de regreso a su hormiguero.No sé si lo encontrarás: es un cuento muy antiguo,de la década del 40 o 50 y que se conoció sobre todo en Uruguay y Argentina. Todas las niñas de esa época se disfrazaron alguna vez de Hormiguita Viajera.
EliminarGracias por tu visita y tu comentario!